martes, 8 de junio de 2010

Pulseras Power balance


Usar para creer

Notre Dame de Paris fue construido con los fondos recogidos por la venta en miles de relicarios con “jirones del prepucio del niño Dios”. Hoy los europeos pagan entre 32 y 43 euros por el nuevo tecno fetiche de temporada, la pulsera power balance.

Un trozo de plástico con "un holograma de Mylar en el que ha sido almacenada una frecuencia procedente de materiales naturales conocidos por sus efectos beneficiosos para nuestro cuerpo" dicen sus productores. Todo empezó hace poco y en cuestión de tres años, las tripas de silicón salieron del valley californiano y se popularizaron no solo gracias al boca a boca, han auspiciado tantos certámenes deportivos como a “stars” que las lucen en sus muñecas cuando asisten a los sociales y se dejan registrar en la red carpet con una, generando un fenómeno de “credibilidad mediática” que ha contribuido al éxito de las ventas.

Troy y Josh Rodarmel, dos hermanos nacidos en California y amantes del surf lanzaron al mercado la pulsera Power Balance. El propio Josh explicó el invento a la revista deportiva 'Slam': "Hemos introducido en hologramas frecuencias que reaccionan positivamente al campo magnético del cuerpo. Todo tiene una frecuencia, al igual que los teléfonos móviles, el wifi, las ondas y antenas de radio y todas reaccionan entre sí. Hay frecuencias que reaccionan negativamente con el cuerpo, pero otras lo hacen positivamente. Hemos descubierto cómo “fijarlas” en un holograma que, en contacto con el cuerpo, te proporciona equilibrio, fuerza y flexibilidad".

Ya fueron denunciadas por la ligas de consumidores de varios países europeos y el fraude de las pulseras mágicas parece mas un asunto de copia, replica y original que de lo efectivo o no del concepto del holograma sanador.

No se que tan poderosa pero si se que energía positiva!, si tienen nuestras versiones criollas de la cinta rojo Gauchito Gil o trenzada en hilos Umbanda blanco o multicolor. O en vueltas de mala con cuentas de madera y olor a sándalo. Que no me cobren por una banda de cobre en la muñeca como la que mi abuelo solía llevar.

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