Dos versiones encontramos del mito griego sobre lo que contenía la famosa caja de Pandora, que en principio fue un ánfora -uterito de barro cocido usado para cargar agua o aceite, cual mas vital?-. O todos los males o todas las bondades dicen que allí se contenían y que fueron liberados por su dueña pero en una incipiente cultura misógina “enmarco” la versión mas aceptada ha sido como en el caso de Eva, también la primera mujer como Pandora, puro sufrimiento, trabajo y maldad. De lo que solo la esperanza parece en ambos casos conservarse en el famoso recipiente original en su devenir truncado de lo abstracto a lo real.
Asociada con la idea de la caverna, hueco negro oscuro de donde nace la vida, la caja negra devino en cámara oscura, una sala cerrada en la cual solo ingresa la luz por un minúsculo punto, generando así una imagen plana del paisaje circundante en la pared interior. Es antecesor del telescopio y de la fotografía, que siglos después lo reprodujo en versión mini empleando lentes, diafragmas, al que se le agregaría un prisma y a modo de pared una película fotosensible a base de sales de plata que pronto parece desaparecerá con el avance de la era digital.
De la made tierra toda la vida y con ella la muerte. Vitales resultan las fuerzas oscuras y ahora a reproducir el instante justo como después del origen del universo, juegan los científicos con su maquina de Dios de la que también podrían obtener un agujero negro y antimateria……será real?
Finalmente resulta anecdótico que sea una novela sobre la belleza de imagen materna la que da espacio a Roland Barthes –La cámara lúcida, 1980- para sentar las consideraciones teóricas sobre la fotografía y lo que ellas han modificado nuestra concepción de realidad.


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