Posiblemente debemos a la película “2001 Odisea del Espacio” -1968- del director y creador de los efectos visuales “alucinantes” Stanley Kubirck, el referente máximo de una nueva estética que surgía en los 60s, el futurismo y con él los impecables y asépticos espacios blancos con paredes de luz, donde todo parece levitar. En las increíbles escenografías se recrearon los primeros espacios inmensos en mezcla de lo científico, espacial y minimalista, dándole a la tecnología la apariencia inquietante de cajas negras o blancas selladas que la acompaño hasta que se irrumpiera en el mercado el exitoso y difunto Steve Jobs, con sus modelos amigables y coloridos a mediados de los 90s, así en sus últimos lanzamientos de productos a partir del ipod, el mismo redefiniera el lujo “Pure White” del tecno-mini-mac.
Entre nosotros al sur, en los 90s y de la mano de la famosa dupla -por entonces pareja sentimental- Faena y D´ Anvers, se impuso en las colecciones el estilo blanco total con guiños del sportswear, cuando al norte se imponían entre marcas de siglas -CK, DKNY, RL, D&G, BCBG- los básicos corporativos en negro total. Ellos con sus outfits siempre en blanco, relucían afortunados al ritmo de la apertura de sus nuevas tiendas Via Vai en el país o el exterior, marketineros eventos repletos de “celebritys”, retransmitidos hasta el cansancio mil veces, por el entonces de moda y glam, FTV.
Según la física la luz blanca absoluta contiene todos los colores y en música se nombro ruido blanco a cuando se alcanzan señales que contienen todas las frecuencias y todas ellas muestran la misma potencia. En indumentaria se le conoce como blanco óptico, las prendas parecen tener un aura azul violeta. Como ser y estar en un inmenso espacio vacío y blanco donde solo habita dicho ruido, describen los maestros iniciados en la meditación sus máximos estados de conexión trascendental. Éxtasis en blanco que los científicos describen brillante como el big-bang que con un gran “Boom” dio origen al universo, los maestros de la India que escribieron los antiguos Upanishads, lo cantan como el “Om” con el que resuena en nuestro interior la divinidad.
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