jueves, 20 de octubre de 2011

Coser


Hace mucho tiempo  llegue a Paris con 20 años,  una gran valija y una máquina de coser “portátil” como la de Diegote.  La verdad es que los cinco kilos no me molestaban en lo mas mínimo y mi ego de debatía entre el sueño de la eterna  María –solo me faltaron trenzas y guitarrón- y el del “joven creador”.  Heredables como bienes preciados así nunca se usen, las maquinas de coser mientras más antiguas,  mas emociones nostálgicas y románticas despiertan en un imaginario un poco distante de la realidad.  Una máquina de coser llego entre los  bártulos y peroles de cada familia inmigrante y bien particular trato se deparo en las sociedades latinoamericanas a aquellas mujeres que pudieron bancarse su libertad “cociendo ajeno”.  De brujas las llegaron a  tildar demonizando a las parejas de solteronas  amigas que hacían de su casa un taller donde entre telas y moldes, salían vestidos desde los más básicos y escuetos, hasta obras de arte en las que se invertía años de confección.
Lejos estamos de los encajes hechos a mano como antes para los trajes de novia pero sigue siendo un noble trabajo el de sastre o modista, es visible el aumento de los pequeños talleres donde se hacen arreglos y prendas especiales.  Alli una bella rubia Rusa,  regenta desde la maquina el taller.  Revistas, espejo y mampara, se ajustan entre maquina y mesa de corte y planchar.  Parece estrecho el tradicional local porteño de barrio pero habría que ver las condiciones en que Malasios o Indios deben trabajar.  Son bien distintas las condiciones entre los talleres industriales que aunque alienantes como trabajo serializado, conservan la dignidad de las personas y las realidades en las que se produce el sesenta porciento de las prendas que se comercializan en la ciudad.  Esta cifra es bien amplia porque también cobija a las prendas elaboradas en países asiáticos en condiciones que criticamos y condenamos como aberrantes pero que poco consideramos a la hora de comprar.
Muchxs de mis amigos prefieren comprar en las ferias donde entre reciclaje, vintage y hipismos se puede armar un outfit bien particular, si es que te interesa consumir como un autor.  Cortar, teñir, pegar no son ajenos al glam de la comunidad y ahora todxs reivindican el estilo bien personal.  Pare ello  la idea ahora es  tejer una red –como la de sinapsis que aparece atrás- pero de conocidos que ayuden a hacerte el extreme makeover a tu propio gusto y libertad.  Se calcula que de los mas de veinte mil estudiantes de diseño en la ciudad, la mitad pueden estar concentradas en indumentaria y servicios relacionados a la moda.  Esta bueno dar trabajo y jugar al fashion lab.

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