Hace mucho tiempo llegue a Paris con 20 años, una gran valija y una máquina de coser “portátil” como la de Diegote. La verdad es que los cinco kilos no me molestaban en lo mas mínimo y mi ego de debatía entre el sueño de la eterna María –solo me faltaron trenzas y guitarrón- y el del “joven creador”. Heredables como bienes preciados así nunca se usen, las maquinas de coser mientras más antiguas, mas emociones nostálgicas y románticas despiertan en un imaginario un poco distante de la realidad. Una máquina de coser llego entre los bártulos y peroles de cada familia inmigrante y bien particular trato se deparo en las sociedades latinoamericanas a aquellas mujeres que pudieron bancarse su libertad “cociendo ajeno”. De brujas las llegaron a tildar demonizando a las parejas de solteronas amigas que hacían de su casa un taller donde entre telas y moldes, salían vestidos desde los más básicos y escuetos, hasta obras de arte en las que se invertía años de confección.
Lejos estamos de los encajes hechos a mano como antes para los trajes de novia pero sigue siendo un noble trabajo el de sastre o modista, es visible el aumento de los pequeños talleres donde se hacen arreglos y prendas especiales. Alli una bella rubia Rusa, regenta desde la maquina el taller. Revistas, espejo y mampara, se ajustan entre maquina y mesa de corte y planchar. Parece estrecho el tradicional local porteño de barrio pero habría que ver las condiciones en que Malasios o Indios deben trabajar. Son bien distintas las condiciones entre los talleres industriales que aunque alienantes como trabajo serializado, conservan la dignidad de las personas y las realidades en las que se produce el sesenta porciento de las prendas que se comercializan en la ciudad. Esta cifra es bien amplia porque también cobija a las prendas elaboradas en países asiáticos en condiciones que criticamos y condenamos como aberrantes pero que poco consideramos a la hora de comprar.
Muchxs de mis amigos prefieren comprar en las ferias donde entre reciclaje, vintage y hipismos se puede armar un outfit bien particular, si es que te interesa consumir como un autor. Cortar, teñir, pegar no son ajenos al glam de la comunidad y ahora todxs reivindican el estilo bien personal. Pare ello la idea ahora es tejer una red –como la de sinapsis que aparece atrás- pero de conocidos que ayuden a hacerte el extreme makeover a tu propio gusto y libertad. Se calcula que de los mas de veinte mil estudiantes de diseño en la ciudad, la mitad pueden estar concentradas en indumentaria y servicios relacionados a la moda. Esta bueno dar trabajo y jugar al fashion lab.
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